Armarios desordenados, libros que no se pueden releer, DVDs que nadie volverá a ver, juguetes que a los niños se les han quedado pequeños: Nuestros pisos y casas están llenos de objetos sin usar.
Cada año compramos entre 40 y 70 prendas nuevas, pero sólo la mitad de ellas se usan con regularidad. Hacer limpieza de todas esas pertenencias que ya no usamos puede ser liberador, pero no deben terminar simplemente en la basura sino que deben reutilizarse el mayor tiempo posible.
Ese par de vaqueros nuevos que ya no te sirven pueden convertirse en la prenda favorita de un amigo, y el juego de café que nunca has usado podría encontrar su puesto de honor en la mesa de una familia de refugiados. Los objetos decorativos de los que nos hemos cansado pueden ser considerados hermosos por otros. Todas estas cosas necesitan encontrar un nuevo y adecuado propietario.
Vende las cosas de las que te cuesta deshacerte.
No siempre es fácil desprenderse de las cosas, sobre todo si nos hemos gastado mucho dinero en ellas, por ejemplo, en ropa de marca, bolsos de diseño o equipos deportivos, electrónicos, cámaras o electrodomésticos nunca usados.
Esto resulta más fácil si recuperas al menos una pequeña parte de tu inversión vendiéndola. Las formas clásicas de hacerlo (siempre que las restricciones de contacto lo permitan) son los mercadillos, los anuncios clasificados, los avisos en los tablones de anuncios del trabajo, en los supermercados o en las guarderías, las ferias de esquí, los bazares de ropa o las tiendas de segunda mano, aunque hay que renunciar a un cierto porcentaje de lo recaudado. Lo mismo ocurre con la venta en Internet a través de portales como Ebay, Amazon o Wallapop, la mayoría de ellos se limitan a proporcionar la plataforma para la venta y cobran tarifas prorrateadas.
Dona aquello que te sobre.
También puedes donar artículos en buen estado a una causa social. Por ejemplo, organizaciones benéficas como la Cruz Roja o asociaciones sin ánimo de lucro gestionan tiendas de segunda mano y grandes almacenes sociales.